SIEMPRE

jueves, 1 de enero de 2009

Nulla Sapientia sine Experientia

"Los chinos también aprecian esa piedra llamada jade: ¿acaso no es preciso ser
extremo-oriental, como nosotros, para encontrar atractivos esos bloques de piedra
extrañamente turbios que atesoran en lo más recóndito de su masa unos fulgores fugaces y perezosos, como si se hubiese coagulado en ellos un aire varias veces centenario?
¿Qué es lo que nos atrae en esa piedra que no tiene ni el colorido del rubí o de la
esmeralda ni el brillo del diamante? Lo ignoro, pero ante esa turbia superficie, siento que esta piedra es específicamente china, como si su cenagoso espesor estuviese formado de aluviones depositados lentamente desde el pasado lejano de la civilización china, y tengo que reconocer que no me sorprende la predilección de los chinos por esos colores y sustancias.

En realidad, la belleza de una habitación japonesa, producida únicamente por un
juego sobre el grado de opacidad de la sombra, no necesita ningún accesorio. Al
occidental que lo ve le sorprende esa desnudez y cree estar tan sólo ante unos muros grises y desprovistos de cualquier ornato, interpretación totalmente legítima desde su punto de vista, pero que demuestra que no ha captado en absoluto el enigma de la sombra.
Pero nosotros, no contentos con ello, proyectamos un amplio alero en el exterior
de esas estancias donde los rayos de sol entran ya con mucha dificultad, construimos
una galería cubierta para alejar aún más la luz solar. Y, por último, en el interior de la habitación, los shòji no dejan entrar más que un reflejo tamizado de la luz que proyecta el jardín.
Ahora bien, precisamente esa luz indirecta y difusa es el elemento esencial de la
belleza de nuestras residencias. Y para que esta luz gastada, atenuada, precaria,
impregne totalmente las paredes de la vivienda, pintamos a propósito con colores
neutros esas paredes enlucidas. Aunque se utilizan pinturas brillantes para las cámaras de seguridad, las cocinas o los pasillos, las paredes de las habitaciones casi siempre se enlucen y muy pocas veces son brillantes. Porque si brillaran se desvanecerían todo el encanto sutil y discreto de esa escasa luz.
A nosotros nos gusta esa claridad tenue, hecha de luz exterior y de apariencia
incierta, atrapada en la superficie de las paredes de color crepuscular y que conserva apneas un último resto de vida. Para nosotros, esa claridad sobre una pared, o más bien esa penumbra, vale por todos los adornos del mundo y su visión no nos cansa jamás."

Junichiro Tanizaki

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