SIEMPRE

sábado, 26 de septiembre de 2009

EL LENGUAJE OLVIDADO

La mentira ambiente no acaba con la resistencia histérica. Ésta se cierra en banda y no se rinde. Delimita un círculo alrededor de una parte de su cuerpo y más allá hay algo que ya no responde a los estímulos del mundo exterior: anestesia, parálisis, ceguera, sordera. En este cercado sobrevive la verdad histérica, como los indios o los pájaros raros sobreviven en las reservas adonde los ha reducido la civilización. La comparación aún puede llevarse más lejos. Lo que queda protegido por la cerca está en vías de desaparición, tanto más por cuanto habla una lengua olvidada, inadaptable a las exigencias de una civilización cada vez más colectivizada[...] Para evitar el destino del Salvaje que se encuentra perdido como un niño en un mundo de adultos, en un ambiente que sin hablar la misma lengua utiliza las mismas palabras, al histérico sólo le queda salvar sus muebles poniéndolos unos encima de otros en una guarida segura, esperando que un día un arqueólogo descubrirá el tesoro y encontrará su significado.

Este apólogo recuerda que el síntoma esconde algo y que el secreto de este algo está protegido por una muralla que como toda fortificación se presenta como portadora de signos. LA muralla obtiene toda su eficacia defensiva del miedo de los que no se atreven a venturarse fuera de ella ni a cruzar fronteras.

La delimitación inscrita en el cuerpo ya la hemos descrito en el estudio de los síntomas, tanto si se trata de los límites concretos de anestesia, de la sombra de ojos del maquellaje femenino o de un estrechamiento del cuerpo resaltado por alguna joya.

[...] Cuando Freud dice que el histérico padece de reminiscencias, podemos entender esta reminiscencia como algo diferente del recuerdo. En la reminiscencia hay algo que falta a la palabra, algo que no se arriesga a adherirse a ella y es esta privación la que se inscribe en el cuerpo como síntoma somático.

Recordemos que uno de los elementos de la mentira de los padres en era el silencio del padre que autoriza la duplicidad del discurso materno. Este silencio no es obligatoriamente material. El padre en cuestión puede hablar mucho, discursear o gritar. Pero está desacreditado porque no es el hombre deseado por la madre. este enraizamiento de la mentira muestra también lo que la palabra exige para ser creíble: que implique aquella referencia última que uno ha arriesgado a escoger.

El riesgo viene de que el padre es limitado, puede fallar o desfallecer y puede perderse el objeto de deseo. No hay deseo sin riesgo. Y la búsqueda del maestro, era la búsqueda de este susutituto del padre que hubiera podido ofrecerse al deseo materno o sobre todo, quizá suscitarlo. El maestro como el padre, tiene sus límites y no logra dar con la palabra que hubiera sido ley y hubiera desatado al niño de su madre. Pero el naufragio en esta madre no es total ya que hay un signo que queda inscrito en el cuerpo, un mensaje a descifrar cuyo contenido lo desconoce quien lo lleva.

En esta insuficiencia de la palabra son posible todos los grados y por tanto todos los signos de neurosis: desde la que se ofrece a la conquista del sujeto por sí mismso, conquista que permite traspasar el límite y explorar más allá; hasta la que lo fija dentro de una armadura de inadaptacón y lo reduce a una caricatura.

El síntoma histérico ocupa el lugar de la palabra y encuentra su razón de ser en esta insuficiencia; es aquí donde hay que tratar de descifrarlo. Toma el lugar de una palabra no dicha e insiste en hacerse oír. Los síntomas más relevantes son la falta de percepción: anestesia, transtornos sensoriales, frigidez. El histérico busca una palabra que ose hacer frente a sus propios límites y con ello le autorice a conquistar el más allá.

El síntoma histérico expresa, aunque de forma muy limitada, un Yo no soy completo/a. Este reconocimiento, que a la vez solicita también al prójimo, es la condición previa de toda creación personal. Ser incompleta/o permite todas las esperanzas de invención pero expone al sujeto a la angustia de las mañanas desconocidas, mañanas que, ya lo hemos dicho, estaban simbolizadas por la muerte.

La neuroris se detiene en el momento de franquear los límites porque no ha encontrado nunca nadie que acepte el riesgo. Una enorme conspiración de una civilización que presenta la vida como e bien supremo le retiene en esta acitud; sin embargo, este mensaje, expresado en una lengua conocida por el sujeto, contradice aquella pretensión.

En cuanto se levante la barrera neurótica la histérica/o se convertirá en una mujer u hombre dispuesto a pasar por todas las experiencias y descubrirá su terrae incognitae; quizá el placer será una de las vías que investigará.

La contradicción entre el deseo de ser incompleto y la preocupación por la perfección sólo es parente. La búsqueda de la perfección es la vertiente consciente del síntoma, aprobada y sostenida por un medio que está a la vez en la búsqueda de su propia seguridad. La verdad del síntoma, es decir su vertiente inconsciente, con mucho la más importante, radica en esta afirmación prohibida: No soy completo/A.

La histeria, el sexo y el médico, Lucien Israël . El texto lo he sacado del capítulo " Una sexualidad diferente"

miércoles, 23 de septiembre de 2009

LA REINA DE LA NOCHE

La versión de Botticelli nos muestra una dulce y vaporosa Judith que regresa llevando en una mano la espada y en la otra una rama de olivo, símbolo de la paz.



MADRES HISTÉRICAS

Estas madres inquietantes, estas "mums" americanas no tienen nada de tranquilizante, no evocan la buena madre, más bien parecen mantis religiosas enarbolando máscaras amenazadoras. La histérica envejece con el marido reducido a su mínima expresión y disfruta de sus hijos reducidos a la esclavitud. Las hijas atadas por su papel de simple reflejo de la madre, los hijos inmovilizados por la psicosis o la infantilización masiva. Orgullosa de esa prole que exhibe y habiendo olvidado que prácticamente nunca ha sido mujer ( esto lo esconde mostrando, blandiendo todo un saber sobre la feminidad y la sexualidad), pasea su abdomen innumerable, triunfante en su papel de reina. La etología nos da una vez más el ejemplo de esas reinas de los hormigueros, de las colmenas y de las conejeras de las que depende la colonia entera y a la que ha bastado un solo macho para fecundar y aún su existencia ha finalizado en seguida en medio del desinterés general. Nada nos dice que estas "reinas" gocen de su poder entre los insectos que viven en sociedad, somos nosotros quienes las llamamos reinas. La histérica, por el contrario, ha escogido su papel, es ella la que quiere representar la imagen del triunfo de la mujer. Únicamente algunos signos permiten comprender que, en esta forma evolutiva de la neurosis, se trata de un triuno de la muerte. Estas madres todopoderosas sienten, en efecto, alguna preocupación por los hijos, a menudo comprometidos en acciones, que ciertamente las enorgullecen y las engrandecen, rodeándolas de una aureola de heroísmo.

El embarazo, temido por todos los que la rodean, será para la histérica un periodo de bienestar: desaparición del síntoma, mejora del carácter. A veces incluso desaparición transitoria de la frigidez. El niño se toma aquí al pie de la letra como objeto de exhibición: es extraño que adquiera para la histérica el sentido de creación, es decir, de aparición de algo nuevo. Para ella el lugar del niño está marcado tiempo ha. Viene a llenar el hueco de algo que le faltaba. Compensa lo que se le debía y no se ha obtenido. Se espera del niño que responda a ciertas exigencias, no precisamente que aporte algo nuevo, algo imprevisto. No tendrá la posibilidad de construir o inventar su mundo. Pero si por una circunstancia favorable escapa al modelo preconcebido, entonces su madre dará curso libre a un nuevo resurgir de síntomas.

Creer en la posibilidad de hacer un retrato robot de cualquier constelación familiar sería una superchería. Ni siquiera las estructuras, esos elementos estables, permanetes de la personalidad son siempre las mismas. Las madres de las histéricas pueden ser histéricas a su vez. Pero también pueden ser obsesivas e incluso psicópatas. Habría que recordar aquí que la estructura del psicópata es muy frecuente.

La histeria, el sexo y el médico, Lucien Israël