SIEMPRE

miércoles, 23 de septiembre de 2009

LA REINA DE LA NOCHE

La versión de Botticelli nos muestra una dulce y vaporosa Judith que regresa llevando en una mano la espada y en la otra una rama de olivo, símbolo de la paz.



MADRES HISTÉRICAS

Estas madres inquietantes, estas "mums" americanas no tienen nada de tranquilizante, no evocan la buena madre, más bien parecen mantis religiosas enarbolando máscaras amenazadoras. La histérica envejece con el marido reducido a su mínima expresión y disfruta de sus hijos reducidos a la esclavitud. Las hijas atadas por su papel de simple reflejo de la madre, los hijos inmovilizados por la psicosis o la infantilización masiva. Orgullosa de esa prole que exhibe y habiendo olvidado que prácticamente nunca ha sido mujer ( esto lo esconde mostrando, blandiendo todo un saber sobre la feminidad y la sexualidad), pasea su abdomen innumerable, triunfante en su papel de reina. La etología nos da una vez más el ejemplo de esas reinas de los hormigueros, de las colmenas y de las conejeras de las que depende la colonia entera y a la que ha bastado un solo macho para fecundar y aún su existencia ha finalizado en seguida en medio del desinterés general. Nada nos dice que estas "reinas" gocen de su poder entre los insectos que viven en sociedad, somos nosotros quienes las llamamos reinas. La histérica, por el contrario, ha escogido su papel, es ella la que quiere representar la imagen del triunfo de la mujer. Únicamente algunos signos permiten comprender que, en esta forma evolutiva de la neurosis, se trata de un triuno de la muerte. Estas madres todopoderosas sienten, en efecto, alguna preocupación por los hijos, a menudo comprometidos en acciones, que ciertamente las enorgullecen y las engrandecen, rodeándolas de una aureola de heroísmo.

El embarazo, temido por todos los que la rodean, será para la histérica un periodo de bienestar: desaparición del síntoma, mejora del carácter. A veces incluso desaparición transitoria de la frigidez. El niño se toma aquí al pie de la letra como objeto de exhibición: es extraño que adquiera para la histérica el sentido de creación, es decir, de aparición de algo nuevo. Para ella el lugar del niño está marcado tiempo ha. Viene a llenar el hueco de algo que le faltaba. Compensa lo que se le debía y no se ha obtenido. Se espera del niño que responda a ciertas exigencias, no precisamente que aporte algo nuevo, algo imprevisto. No tendrá la posibilidad de construir o inventar su mundo. Pero si por una circunstancia favorable escapa al modelo preconcebido, entonces su madre dará curso libre a un nuevo resurgir de síntomas.

Creer en la posibilidad de hacer un retrato robot de cualquier constelación familiar sería una superchería. Ni siquiera las estructuras, esos elementos estables, permanetes de la personalidad son siempre las mismas. Las madres de las histéricas pueden ser histéricas a su vez. Pero también pueden ser obsesivas e incluso psicópatas. Habría que recordar aquí que la estructura del psicópata es muy frecuente.

La histeria, el sexo y el médico, Lucien Israël

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