SIEMPRE

lunes, 26 de enero de 2009

LA MUSICA Y LA NOCHE

[...] ¿Quién ha visto alguna vez un niño que intenta apresar con su mano un rayo de sol? Tan inútil y loco como ese afán era el que me asaltaba tendido en mi cama, en la soledad y en la calma de la madrugada, al oír aquella música. Era la vida misma la que yo quería apresar contra mi pecho: la ambición, los sueños, el amor de mi juventud.

Y lo que hacía más agudo mi deseo era el contraste entre la fiebre encerrada en mis venas y la calma y el silencio nocturnos: como si la vida no ofreciera otra cosa que su forma entrevista, la fuga tentadora del placer y la dicha.

La voz de la guitarra se iba perdiendo calle arriba, callándose al doblar la esquina. Tal la ola henchida se alza del mar para romperse luego en gotas irisadas, así rompía en llanto mi fervor; pero no eran lágrimas de tristeza sino de adoración y de plenitud. Ninguna decepción ha podido luego amortiguar aquel fervor de donde brotaban...

OCNOS, Luis Cernuda.

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