SIEMPRE

miércoles, 5 de noviembre de 2008

La Maldicion de la Flor Dorada

LA POSTA DI FALCONE

En la oscuridad de la noche se oía el ruido de agua. Había un esclusa de ladrillo, de modelo antiguo, que se abría y se cerraba al girar una manivela. El río no era una corriente tan pequeña como para que las hierbas de la orilla pudieran ocultar casi por completo la superficie del agua.Los alrededores estaban sumidos en la penumbra. Una obscuridad tan profunda que , tras apagar la linterna de bolsillo, no me veí los pies siquiera. Y sobre el estanque de la esclusa volaban cientos de luciérnagas. Los destellos de luz se reflejaban en la superficie del agua como chispas ardientes. Cerré los ojos y me sumergí un momento en el recuerdo. Oía el viento con una claridad meridiana. Aunque no soplaba con fuerza, en mi cuerpo dejaba a su paso un rastro extrañamente brillante. Abrí los ojos y comprobé que esa noche de verano era, si cabe, más oscura.

Tokio Blues, Haruki Murakami.

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