SIEMPRE

viernes, 3 de abril de 2009

El amor es elástico

Mi jebecito constante también se estira y se arruga y a veces me hace llorar a mares, pero es un mar seco, sin agua, sin lágrimas, que no consigue salirse por mis poros para derramarse e inundar todo, hasta a mi jebecito constante y estiradísimo. Cuando se encoge lloro más y el sol reseca lo que por sí ya es materia de mojama. Echo de menos el principio de la película, donde el jebecito estaba siempre estiradísimo y era yo quien encogía y estiraba según la fuerza del viento. Echo de menos la brusca interrupción cuando echaba a volar el jebecito y yo encogía hasta desaparecer. Y todo ello por no querer ver tan pronto el the end, el final feliz. ¿Qué hacer con un happy the end en la mitad de la película de tu vida? La vida de culebrón debe ser pródiga en aventuras y obstáculos, deben aparecer multitud de jebecitos o el mismo jebecito cercano y lejano al mismo tiempo. Nunca se sabe hasta qué punto estirará lo elástico, cuándo se romperá y dejará paso a otra Octavia de Cádiz. Ahora toca un tiempo paralizado, una elipsis en la película, no se puede tener al espectador horas, días, años esperando que el mar desborde, viendo estirar y encogerse el mismo jebecito constante. Elipsis para llegar al clímax y vuelta a empezar porque quizá sea todavía pronto para el happy the end. Cuando deje de variar de peso y forma y consiga que el mar sea lago en calma, estaré preparada para la música final y los créditos de la película. Mientras tanto esperaré a que el jebecito desaparezca.

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