SIEMPRE

miércoles, 15 de abril de 2009

Desnudita y con arnés

Primero las medias rojas, no hay que despojarse antes de la ropa, quizá en otra ocasión. El tacón hace tiempo me lo quité, no lo requería el papel. No tengo miedo de despeinarme al quitarme la ropa porque hay que volver al estado selvático original y desnudarse frágil para encontrar en la propia desnudez la fuerza animal que nos impulse a plantarle cara a un mundo excesivamente vestido. Es una mudanza, un cambio de piel exterior que aparentemente desgarra al quitarla. Hay que dejar paso a nuevas máscaras, a nuevos ropajes que escondan la verdad, una verdad ya sin miedo pasada por el tamiz de unos cuantos golpes que la curtan. Caminaré unas cuantas manzanas dejándome ver plena en mi desnudez, sintiéndome desmayar, pero levantado la vista hacia el horizonte. Permaneceré desnuda hasta que no sienta los escarnios del tiempo y de las miradas, hasta que los ojos miren mi piel desnuda como a la salvaje piel de un toro. Volveré a casa a calzarme mis medias rojas y en estado de plenitud, esperaré a que el destino me ofrezca una nueva máscara. No bailaré con velos como Salomé, seré Bautista en su mirar estático, en su estado contemplativo, pero no doliente y por siempre se venerará mi sangre derramada. Saldré de escena discretamente para preparar mi regreso a las tablas entre un frenesí de aplausos. Bautista transmutado en Lilith serpiente mudará su piel y volverá a comer del árbol de las tentaciones con fruición y sin temor.
Quizá sólo me deje el sombrero….

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