SIEMPRE

domingo, 24 de enero de 2010

De la categoría de los dolores V



Menstruación: “Y así parece que la mujer, estando con sus flores mirando al espejo nuevo y limpio, lo hinche de pecas y manchas con los rayos que salen de sus ojos(…) E si en tal tiempo mirase ahito y de cerca a los ojos de algún niño tierno y delicado, le imprimiría aquellos rayos ponzoñosos y les destemplaría el cuerpo de tal manera que no pudiese abrir los ojos ni tener la cabeza derecha sobre sus hombros(…)Y esta infició y ponzoña tienen más unas que otras, y en especial las viejas, que han dejado de purgar sus flores a sus tiempos por la naturaleza ordenados, porque entonces purgan más por los ojos y son de peor complexión por razón de edad; y así la vista de las semejantes es más peligrosa” (1)
El ser humano está hermanado ante el dolor, somos seres sufrientes que podemos reconocer en el otro nuestras dolencias, aunque no todas ellas nos pertenecen por igual. No hay nada tan femenino como parir y el hombre está a años luz de sospechar siquiera el tormento de ese momento místico en el que otra vida asoma. Tampoco todas las mujeres estamos hermanadas en el dolor de alumbramiento porque algunas deciden no hacerlo o sus cuerpos deciden por ellas la infertilidad. Pero sí hay un dolor que a todas no es común: sí, estoy hablando de la menstruación. Si hay alguna ultrafeminista radical, le aconsejo que no siga leyendo estas líneas para que su sensibilidad no resulte herida. Porque, compañeras de sexo, que no de género (cuando hablamos de género nos reducimos a categoría gramatical), el síndrome premenstrual existe, y sí, nos ponemos histéricas, insoportables, extremadamente susceptibles y el vacío existencial se apodera de nuestro femenino cuerpo. Y sí, todo eso nos ocurre por ser mujeres y a los hombres, obviamente, no. Y la razón es una razón de peso y sexo, nuestras femeninas hormonas se entregan a una orgía desenfrenada antes de que todo termine por explotar. Y cuando al final comenzamos a perder sangre intentando no perder la compostura, unos dolores ancestrales, pero no por ello menos reales, nos atenazan; un parto que no lo es, unas contracciones sin ningún fin, un dolor atroz de riñones y piernas, nos recuerdan dulcemente nuestra condición femenina. ¡Qué sublime placer el ser mujer! Pero, de todos modos ¡bienvenido sea el festival reglético! Al fin y al cabo, lo que nos espera es aún peor, sí: la menopausia, en la que ya nuestro cuerpo parece escapar del control de nuestra mente y así escapa nuestra orina y nuestra capacidad para mantener la cintura en sus lindes y nos convertimos oficialmente en brujas.
Por ello propongo un día mundial de la menstruación, en el que todas las mujeres del mundo puedan gritar al viento: sí, estoy con la regla y estos son mis síntomas y ahora, tendréis que escucharlos sin interrupciones. ¡Viva la mujer, con o sin periodo!( ¿alguien conoce algún otro sinónimo para la menstruación, regla, periodo? Y no me sirve el eufemismo”esos días”). E n toda mujer hay dos: la mujer durante el periodo de regla(antes y durante), y la mujer sin. La mujer-monstruo y la mujer-ángel.
Palabra de mujer-monstruo con ponzoña en los ojos.


1.Martín de Castañega, Tratado(…)de las supersticiones y hechizerías…(1ªed, 1529)

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