SIEMPRE

martes, 23 de marzo de 2010

La diosa blanca y salva sea la parte I



Después de unas cuantas noches insomne, aquejada ya de picores, ya de dolor intenso, a pesar de la comodidad de la blanca y esponjosa nube en la que reposaba (que no descansaba ya que las de su condición no necesitan esas necedades del descanso) la diosa blanca intuyó con pesar que algo no funcionaba bien en su divino cuerpo. ¿Cómo había podido suceder? ¿Cómo podía estar aquejada de una enfermedad humana y mortal? Miró sus manos blancas, suaves, etéreas y se acarició su angelical rostro. Su mano quedó humedecida por una lágrima silenciosa y solitaria y se acarició los cabellos, filamentos de oro engarzados con las perlas del rocío. Y habría estado así, eternamente, en extática contemplación de su estético sufrimiento, si un dolor mucho más intenso y no tan bello no hubiera interrumpido ese momento de onanismo espiritual. Dio un respingo y a punto estuvo de soltar una blasfemia. Pero, ¿qué era aquello que la atacaba a traición desde esa parte tan íntima e innombrable, allá donde la espalda pierde su casto nombre? No podía ser, no se había expuesto a situaciones de riesgo, no se había acercado a los humanos…o quizá sí? ¡Oh, Dios! ¡Casi lo había olvidado! Sí, hubo una vez, la hubo. ..no hace mucho tiempo, aunque ella no sabía mucho del tiempo viviendo siempre en la eternidad. Sí se acercó a ese humano que parecía tan desdichado, que parecía tan olvidado, que la atraía con sus cantos de macho alfa con sensible corazón. Sí, se había acercado y lo había besado. Era consciente de los riesgos que ese acercamiento le podía provocar, aunque consideró que al ser ese encuentro tan breve, no tendría graves consecuencias. Y realmente no se preocupó más por el asunto, pero aquí en el cielo como en la tierra, todo tiene un precio y tarde o temprano, se paga. Sin embargo, la diosa no entendía cuál era su castigo. Estaba tan bella como siempre y no había signos de que se hubiera convertido en humana, que era la más alta pena a los coqueteos con humanos. ¿Qué le sucedía?...

1 comentario:

PEPA dijo...

Así en el cielo como en la tierra; le besó pero el sapo no se convirtió en un príncipe sino que se convirtió en un dragón. Pobre diosa blanca, ¿qué pasaba con sus besos? El cuento lo decía claro, clarito:
Paso 1- Se besa al sapo.
Paso 2- El sapo se convierte en un precioso príncipe.
Paso 3- El príncipe la coge entre sus brazos y le da un beso de esos que hacen perder la cordura.

¿Qué sucedió ludivina? ¿Qué le sucedió? Ansiosa espero la parte dos.

Un besazo. PEPA Roble, alias sinfonola ¿O es al contrario...?