SIEMPRE

viernes, 2 de octubre de 2009

EL PROCESO DE KAFKA




Un ejemplo destacado de una obra de arte escrita en lenguaje simbólico es The Trial ( El proceso ), de Kafka. Como sucede con muchos sueños, los hecho presentados son, cada cual por separado, concretos y reales: no obstante el conjunto es imposible y fantástico[...]
La novela se inicia con una frase en cierto modo impresionante, sorprendente: ” Alguien debe haber estado contanto mentiras sobre Joseph K., porque sin haber hecho nada malo un buen día lo detuvieron.”[...] Ser detenido puede significar ser puesto en custodia por agentes de policía, y estar detenido puede significar hallarse paralizado en el crecimiento y desarrollo. El relato manifiesto emplea la palabra “detenido” en el primer sentido. Pero su significado simbólico debe ser entendido en el segundo.

El protagonista de la novela era un hombre de “orientación receptiva”. Todos sus esfuerzos se orientaban hacia el deseo de recibir: nunca de dar o producir. Dependía de otros para que no alimentaran, lo cuidaran y lo protegieran. Seguía siendo un niño dependiente de su madre, que confiaba obtenerlo todo con su ayuda, que se servía de ella y lo manejaba.Consideraba que la fuente de todos los bienes era exterior a él, y que el problema de vivir consistía en no correr el riesgo de perder su favor. Carecía, en consecuencia, del sentimiento de su propia fuerza y tenía un intenso temor de ser amenazado con el abandono por la persona o personas de las que dependía.
“_Pero si no puedo contestar sus preguntas_ dijo el inspector_, puedo al menos darle un consejo;piense menos en nosotros y en lo que va a pasarle , y piense más en usted mismo.”
K. no entiende lo que el inspector le dice. No ve que el problema está en él mismo, que él era el único que podía salvarlo y el hecho de que no supiese aprovechar el consejo del inspector indicaba su derrota final…Hablando en términos humanos, K. estaba casi muerto, pero podía lo mismo seguir desempeñándose como empleado de banco, porque esta actividad estaba completamente separada de su existencia como ser humano.
K. tenía la vaga impresión de que estaba derrochando su vida y descomponiéndose aceleradamente. A partir de este punto toda la novela trata de sus reacciones ante esa impresión y de los esfuerzos que realiza para defenderse y salvarse. El resultado es trágico; aunque oyó la voz de su conciencia, no la entendió. En lugar de remediarse de la única manera que podía hacerlo- reconociendo la verdad y tratando de cambiar-, buscaba ayuda donde no podía encontrarla, ayuda ajena, valiéndose de hábiles abogados, acudiendo a mujeres cuyas relaciones pudieran serle provechosas, y siempre protestando de su inocencia y silenciando la voz que le repetía su culpabilidad.
Quizá habría hallado alguna solución si no hubiese tenido el sentido de la moralidad. K. conocía una sola ley moral: la autoridad rígida, cuyo mandamiento básico era: “Debes obedecer”. Sólo conocía la “conciencia autoritaria”, para quien la obediencia era la mayor virtud y la desobediencia el mayor crimen. No sabía que hubiese otro tipo de conciencia, la conciencia humanística, que es nuestra propia voz instándonos a volver a nuestro propio yo.

En la novela está representada simbólicamente ambas clases de conciencia: la humanística por el inspector, y luego por el cura; la autoritaria por el tribunal, los jueces, los auxiliares, los abogados deshonestos y todos los demás que están relacionados con la causa. K. oyó la voz de su conciencia humanística pero su trágico error fue tomarla por la voz de la conciencia autoritaria y defenderse contra las autoriadades acusadoras, en parte sometiéndose y e parte rebelándose, cuando lo que debió haber hecho es luchar por sí mismo en nombre de su conciencia humanística.

K. tuvo la oportunidad de examinarse a sí mismo y averiguar cuál era su verdadero cargo de que era acusado. Cuando el cura desaprobó su búsqueda de ayuda exterior, K. solo tuvo el temor de que el cura se hubiese enojado. Fue entonces cuando el cura se enojó realmente, pero fue el enojo del amor experimentado por un hombre que ve caer a otro sabiendo que puede salvarse solo, pero, que no puede ser salvado por los demás. El cura ponía bien claro que su actitud era todo lo contrario al autoritarismo. Tenía volunad de ayudar a K., por amor al prójimo, pero no tenía nada que ver con el resultado de la causa. El problema de K., en concepto del sacerdote, era enteramente suyo. Si se negaba a verlo, tenía que seguir ciego; porque nadie puede ver la verdad más que por sí mismo.

Toda su vida K. había estado buscando soluciones, o más bien tratando de que los demás se las dieran pero en aquel momento planteaba problemas, y los planteaba adecuadamente. Sólo el terror a la muerte le otorgó el poder de percibir la posibilidad del amor y la amistad y, paradógicamente, en el momento de morir tuvo, por primera vez, fe en la vida.

Erich FROMM, El lenguaje olvidado.

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